Admitámoslo, todos mentimos, y mucho, el promedio habla de 20 a 30 mentiras diarias, pero también tenemos que admitir que tampoco somos buenos detectándolas.
Haciendo algunos cálculos, si cada persona dice esta cantidad de mentiras, podemos llegar a escuchar unas 200 mentiras cada día. Esta situación me hizo preguntarme: Si escuchamos tantas mentiras diariamente, ¿qué tan buenos somos detectando mentiras? La respuesta a esta pregunta es algo decepcionante: y es que somos bastante malos.
Quizás a muchos les sorprenda esto, mientras que a otros no tanto, pero lo que más me interesa que sepan son las razones de porque detectar mentiras no se nos da bien. Y para que entiendan mejor todo esto voy a contarles una pequeña historia.
Una pequeña historia de por qué somos malos detectando mentiras
Durante los años de la guerra fría, Cuba y Estados Unidos estaban enfrascados en complejas maniobras de inteligencia. Espionaje, información falsa, manipulación, entre muchas otras cosas. Pero lo que nadie jamás imaginó en esta historia es que la CIA quedaría en ridículo ante el mundo. Los agentes cubanos lograron hacer que toda la agencia central de inteligencia se comiera con papas todas las mentiras que les envió la inteligencia cubana durante años, y no se dieron cuenta hasta que uno de sus mejores agentes, Florentino Aspillaga, desertó y comenzó identificar a todos los agentes dobles de cuba que “trabajaban para la CIA”.
Para que quede claro, la CIA (cómo todas las demás agencias de inteligencia) se dedica, entre otras cosas, a detectar mentirosos y no fue engañada un par de veces, no, fueron casi diez años de engaños. Si toda una organización que presta especial atención a esto fue engañada durante tanto tiempo, ¿qué nos queda a nosotros? Queda claro de que si les puede pasar a los expertos, con mayor razón nos puede a nosotros, gente común y corriente. Con esto la pregunta se hace más fuerte: Si esto les pasó a ellos, ¿por qué les pasó y por qué nos puede pasar a nosotros?
Malcolm Gladwell, en su libro Hablar con Extraños, argumenta que hay 2 factores que nos hacen malos detectores de mentiras. El primero: es el sesgo de veracidad, y el segundo es: la ilusión de transparencia.
El sesgo de veracidad
Durante un largo tiempo Tim Levine realizó varios experimentos con la intención de revelar que tan buenos, o no, somos detectando mentiras. Sus resultados concuerdan con los de muchos otros experimentos, nuestra precisión es de tan solo el 54%. Que en términos estadísticos es como tirar una moneda y adivinar el resultado. Y si se lo estaban preguntando, no, no participaron gente común y corriente solamente, también estaban jueces, terapeutas, policías y hasta agentes de la CIA. Pero estos resultados esconden algo más detrás.
¿Qué tan precisos somos detectando mentiras?
Haciendo un estimado, cuando separas la efectividad de las personas detectando la verdad vs la mentira, estas son capaces de detectar a quienes son sinceros en el 72% de las veces, mientras que este número cae al 44% cuando intentan detectar a quienes mienten. ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso somos mejores detectando la verdad que la mentira? Bueno, no exactamente. La razón de esta gran diferencia se debe, justamente, al sesgo de veracidad. Este sesgo nos inclina naturalmente a confiar en que quienes tenemos en frente nos están siendo sinceros.
En otras palabras, ese 72% tiene mucho de sesgo, de exceso de confianza. Es lo que eleva sustancialmente nuestra efectividad para detectar a la gente sincera, pero nos hace quedar muy mal cuando buscamos descifrar quienes nos mienten. Por ende ese 72% queda dividido entre el buen acierto que podemos tener y nuestro exceso de confianza.
Y, por supuesto, esa confianza no se la damos solamente a los mentirosos, se la damos a todo el mundo. Confiamos en nuestros amigos, parejas, familia. Confiamos en que los médicos nos darán un diagnóstico correcto. Confiamos en que maestros, maestras, profesores y profesoras, nos educaran con la información adecuada. Confiamos en el dinero, y si, así es, el dinero es un sistema de confianza en sí mismo, pueden ver el video que hicimos de esto en las tarjetas y en la descripción. Incluso, confiamos hasta en nosotros mismos. Y claro, también confiamos en las instituciones para que nos respalden, tales como el estado o la justicia… Bueno, quizás en estos últimos no confiamos tanto.
Es esta confianza que entregamos casi todo el tiempo la que nos hace inclinar la balanza hacia el lado de: oh! Creo que esta persona me está siendo sincera. Esta es una de las grandes razones de porque muchas veces les creemos a gente que en realidad nos está engañando. Simplemente, confiamos. Les damos el beneficio de la duda porque estamos predispuestos a confiar y porque en muchas ocasiones no logramos reunir las suficientes dudas para no creerles, entonces, elegimos pensar que nos dicen la verdad.
Pero momento, porque hay otra razón de porque detectar mentiras no se nos da tan bien como pensamos.
La ilusión de transparencia
La segunda razón que Malcolm Gladwell destaca es la: ilusión de transparencia. ¿Ilusión de transparencia? ¿Qué se supone que es eso? En ocasiones, somos más rigurosos y dejamos a un lado nuestra confianza para abrir paso a la desconfianza. Es en este punto donde pasamos a auditar la conducta de una persona intentando descifrar si nos dice la verdad o no. Una de las cosas que más hacemos es prestar mucha atención a su lenguaje no verbal. Nos fijamos en cosas como: ¿mantiene el contacto visual o no?, ¿se pone nervioso o nerviosa?, ¿balbucea?, ¿da explicaciones complejas y enrevesadas?
En cierto sentido hacemos esto porque creemos que su lenguaje no verbal es “transparente”, y como resultado, pensamos que de ahí podemos extraer la verdad sin importar lo que las palabras digan. Pero, ¿es realmente así? ¿el lenguaje corporal y las actitudes es algo de lo cual podamos fiarnos ciegamente? Bueno, no, o al menos deberíamos desconfiar más de esto.
¿Por qué? Porque mucha gente que dice la verdad o está mintiendo se comporta como tal, estas son las personas concordantes. Mientras que también existe gente que miente pero se “comporta como si estuviese diciendo la verdad”, y viceversa, quienes dicen la verdad pero se comportan como si estuviesen mintiendo, estas son las discordantes. Aquí es donde aparece la ilusión de transparencia.
En otro de los estudios, Tim Levine puso a un grupo de agentes expertos a reconocer entre quienes mentían y quienes decían la verdad. Los agentes estuvieron perfectos para los personas “concordantes”, pero estuvieron pésimos con los “discordantes”, solo acertaron en un 20% de las ocasiones, y para el grupo de mentirosos con apariencia sincera: solo el 14%.
Pero bien, ¿qué quiere decir todo esto? En simples palabras, que cuando las personas no se comportan como si realmente estuviesen diciendo la verdad o mintiendo, es decir, son discordantes, nuestras habilidades para detectar la mentira son muy malas, por no decir que son patéticas.
La mayoría de nosotros pensamos que el estereotipo clásico de la persona mentirosa es alguien que balbucea, se pone nervioso o nerviosa, no hace contacto visual, da complejas explicaciones, entre otras cosas. Mientras que pensamos que el estereotipo típico de alguien que dice la verdad es completamente opuesto. Muestra seguridad, es clara cuando habla, mantiene contacto visual, no balbucea, etc., etc.
El error, justamente, de aferrarnos a estos estereotipos, es terminar no dándonos cuenta de que cualquier persona, sea que esté mintiendo o diciendo la verdad, puede actuar de una forma o la otra. Que una persona no haga contacto visual, por ejemplo, no es señal bajo ningún punto de que está mintiendo, y a la inversa, que lo haga, no significa que esté diciendo la verdad. Por ende, los modelos mentales que nos hacemos de la persona mentirosa u honesta, no son del todo confiables y hay que ser cautelosos.
En resumen, tanto el sesgo de veracidad como la ilusión de transparencia son causas frecuentes que nos convierten en malos detectores de mentiras. Ya sea porque tendemos a confiar mucho en que nos están siendo honestos, o bien, porque confiamos demasiado en las actitudes y expresiones de una persona. Dicho esto, la parte positiva es que una vez tenemos esta información nos da la posibilidad de mejorar nuestras intuiciones y juicios.
Fuentes:
- Hablando con extraños – Malcolm Gladwell
Franco Raya
Estudiante de Psicología – Creador de Brainials